Los Canales
El agua fue la fuerza motriz en numerosas minas auríferas del Imperio. En Las Médulas se construyó una inmensa red hidráulica formada por depósitos y canales de distinto tipo y función. Algunos recorren muchos kilómetros con una leve pendiente, para conducir el agua hasta las zonas de explotación, otros son más cortos, y llevan el agua desde los depósitos a los frentes mineros. El trazado de la red hidráulica implicaba una planificación a gran escala, que supuso en Las Médulas un trasvase de agua entre las cuencas del Duero y del Sil, a través de la comarca de La Cabrera. Esta labor solo pudo realizarse gracias a los recursos de los que disponía el estado romano que empleó al ejército, con sus conocimientos técnicos, y a la población local, que construía y mantenía esta inmensa red como mano de obra tributaria.
Los Depósitos
Los depósitos de agua fueron empleados en las explotaciones mineras con varios fines. Los depósitos que servían para la derivación o regulación, recogían el agua procedente de los canales y la redirigían a diferentes frentes por canales de derivación. Los depósitos empleados en la explotación, se situaban junto a los frentes. Solo se conservan los utilizados en las últimas fases de la mina, ya que los anteriores eran destruidos conforme el frente minero avanzaba.
Las Galerías
La minería aurífera subterránea (aurum canaliense) era conocida y practicada en época romana para explotar el oro filoniano, pero las galerías que se excavaron en Las Médulas tienen otra función. Son túneles empleados para la conducción de agua dentro de las masas sedimentarias auríferas. Las montañas se horadaban con una red interna de galerías y pozos, que se conectaban con un depósito exterior, lo que permitía, lanzando el agua en tromba, derrumbar grandes porciones de sedimento de una única vez. De esas estructuras se conservan algunos restos como las galerías de Orellán y de Yeres, pero la mayoría colapsaban con el frente minero.
Plinio explica sobre esta labor que “se excavan los montes a la luz de las lámparas (…) De repente se producen desprendimientos y aplastan a los que están trabajando, de modo que hasta buscar perlas y púrpuras en la profundidad del mar parece menos temerario”.